lunes, enero 31, 2005

Hace meses me topé con el libro de Beatrix Potter, sus cuentos completos ilustrados, edición original, pasta dura, toda una monería. Cuando chequé la etiqueta (esa con código de barras) supe que no lo podía comprar. Mis frustaciones de bolsillo son pasajeras, se compensan con el deseo perpetuo de tal o cual cosa. Desear tiene algo de umbral: permite que la fantasía fluya. Aunque ésta puede acariciar lo patológico, o poseerlo completamente. Pero eso es harina de otro costal, y del costal gráfico del último día de enero podemos ir a tomar el té en la guarida de un roedor (sí, té, que la Potter era "british"):



pd: Bloguear o no bloguear. De todos los argumentos a favor, en contra, por arriba y por abajo del blog éste, en Paralelogramas es el que más me ha gustado. Y al que no le guste, o al que sí le guste, puede escribir su tratado allá en la materia inexistente donde la blogología tiene lugar.

viernes, enero 28, 2005

1. Imagino la devastación como una entidad acuática que cualquier pluma fantástica podría describir. Podría tener escamas, branquias rojísimas y fauces iridiscentes de pez abisal. Al materializarla y nombrarla (que puede ser la misma cosa) podría aceptarla, pues el ser implica inevitabilidad.
2. Quize escribir algo sobre un aniversario: 60 años despues de Auschwitz. Pero el tono primero me ha fastidiado y terminé borrando el archivo.
3. He escuchado comentarios sobre el Holocausto y sus manifestaciones --literatura, pintura, cine--. Para algunos ya fue suficiente. Para otros el silencio no existe. Y he escuchado un "se lo merecen", un "se lo buscaron", un "ellos hacen lo mismo". Y me aterra el horizonte estéril de tantos.
4. Nazismo, sionismo, judíos, palestinos, comunistas, gitanos, deformes, presos políticos. Son palabras, pequeñas palabras que intentan encerrar y mermar las historias solitarias y, aunque similares, únicas.
5. Imagino la Devastación como un leviatán que puede nadar en todos los elementos. Y sólo él, animal terrible, conoce el sortilegio para mostrar la bondad y la maldad en toda su radical pureza. Y es inmortal, amoral e inasible.
6. 60 años del fin. 60 años del inicio. Ignoramos que todo pasado es raíz. Y Leviatán tal vez sea un árbol inmenso del que penden frutos hermosos de aquellos que subliman; pero están los frutos cruentos de aquellos consumidos por la ira, la culpa y la tristeza. Son los más, que nadie a reinventado el color del olvido. Mientras esto no suceda nadie ha de olvidar el nado vertiginoso del Leviatán imaginado.

martes, enero 25, 2005

En lo que llegan unas correcciones matemos el tiempo en el aljibe donde en lugar de burbujas penden carámbanos. Este cuarto es un congelador. Aunque se me antoja más matar palabras, estos días andan rejegas. No quieren venir (¿o yo les cierro la puerta?). Entre mi logofobia artificial, el frío que entume dedos e ideas y la decidia, las palabras no vienen sino que se van.
Dice Roderico que para aliviar este malestar basta arrancarse de cuajo el seso para ponerlo a remojar en una solución 2 a 1 de agua y algún limpiador floral. Me voy a buscar una cubeta antes de que lleguen las correcciones aquellas.


jueves, enero 20, 2005

Y ayer, mientras la gripe reptaba por las sábanas, seguí releyendo al autor de El Cuervo. Leí una vez más la canción de Eulalia. Sólo que esta vez tenía otros datos: hace meses dediqué unas horas a otra Eulalia, a la Olalla de Lorca. Eulalia o Olalla hacen referencia a una santa, la de Mérida (Barcelona tiene la suya). Como todas las santas, Eulalia tiene su leyenda, su martirio y su anécdota sobrenatural (para los eclesiásticos: su comunión con lo divino). Fue casi una niña que defendió su creencia a pesar del martirio y a pesar de la hoguera. La Eulalia de Poe no es aquella santa (si acaso me gusta imaginar que de ella tomó el nombre). La de Lorca lo es. Pero en ambos poemas hay una costante dual: el horror y el cobijo.

Lorca acuna en su Romance el horror de Olalla:
Por los rojos agujeros
donde sus pechos estaban
se ven cielos diminutos
y arroyos de leche blanca.


Poe cobija su horror personal en la Eulalia recreada en su canción:
I dwelt alone
     In a world of moan,
And my soul was a stagnant tide,
      Till the fair and gentle Eulalie became my blushing bride--
      Till the yellow-haired young Eulalie became my smiling bride.


Los versos logran sublimar ciertos rostros que no deseamos ver. Mas no los oculta, no los disfraza ni los convierte en eufemismos desechables. Los transforma para aquél que desea ver.
La hagiografía me intriga, tanto como la voz de estos Poetas (con mayúsculas). Son universos que muestran, sigilosos, planos que se esconden para el mortal ordinario (como yo).
¿Cuántas Eulalias existen en hojas nunca vistas? Con las dos que poseo me es suficiente para que mi asombro no cese.

Para el ojo lector:
"Martirio de Santa Olalla" de Federico García Lorca
"Eulalie" de Edgar Allan Poe

miércoles, enero 19, 2005

19 de enero de 1809

It was many and many a year ago,
   In a kingdom by the sea,
That a maiden there lived whom you may know
   By the name of Annabel Lee;?
And this maiden she lived with no other thought
   Than to love and be loved by me.
E. A. Poe (Annabel Lee, fragmento)


Será que es imposible estudiar a todos los autores, o leer sus obras completas (salvo ciertas excepciones), o será nuestra empatía cuyo origen radica en los primeros asombros. Nada de lo anterior importa, las obsesiones "son" porque se nos da la regalada gana.
He intentado desarticular la leyenda negra que envuelve a este autor. Malamente he tratado de transmitir mis pequeños hallazgos. En un entorno adicto a los clichés y a los encasillamientos la labor resulta ociosa. Tampoco nada de lo anterior importa, lo que asimos de una voz siempre será imperdible.
Están aquellos que cumplen años ad infinitum.

TO...

I heed not that my earthly lot
Hath --little of Earth in it--
That years of love have been forgot
In the hatred of a minute:--
I mourn not that the desolate
Are happier, sweet, than I,
But that you sorrow for my fate
Who am a passer by.

viernes, enero 14, 2005


A. M. Cassandre


Sensación: f. Impresión que las cosas producen en el alma por medio de los sentidos.

Somos impresionables, en eso radica nuestra humanidad sea generosa o mezquina. Se me antoja ser piedra para desimpresionarme. Pero me llamo a engaño porque aún las piedras sufren impresiones con los elementos.
Corría en mi sueño, bajaba una escalera en espiral. Era la escalera de una torre. Corría mientras una voz me llamaba por mi nombre. Reconocí la voz, imaginé su rostro y corrí como una estúpida porque de mirar atrás detendría el descenso. Me convertirá tal vez en estatua de sal víctima de mis sensaciones.
Ese afiche tiene los colores justos de noche azucarada. Algún día los copiaré. Mientras fumo y extraño la voz del sueño. Soy impresionable. Triste caso.

miércoles, enero 12, 2005

Ayer visité a La Teacher. Con ella tomé un par de talleres hace años. Por ella me animé a dejar mis versitos para narrar lo que se me ocurriera. Es una excelente tallerista y posee esa personalidad femenina que me embelesa: de esas primeras mujeres que se dedicaron a nadar contracorriente. Gracias a ella tengo los libros publicados, mis laureles y la osadía de dar talleres a otros. Si de buscar aprobación se trata, la tengo a ella, aunque no la vea todas las semanas y pierda contacto por meses: es una vocecita que traigo cargando a modo de Pepe grillo.
Sólo que a ratos me falta su fiereza y en este rol, de ser "camarón que se duerme" mas se sueña barracuda, mi yo-camarón resulta ser salmón que sí nada contra corriente pero para llegar a un lugar sin retorno. Entonces se tiene que soñar otra cosa, o dejarse llevar por la corriente en lo que averigua para dónde jalar.
Nada que termino los pendientes, nada me gusta lo que por aquí y allá sucede. Debería terminar y mandar todo lo que estorba a freír espárragos (ya no diré a la chingada). Así el camarón despierta en sueños y termina lo que dejó pospuesto hace un año. O terminará decapitado o ahogándose en la ketchup de un cocktel.



lunes, enero 10, 2005

El gran Imperio ha coaccionado a la ONU para brindar ayuda: todas las medicinas deben comprarse a sus laboratorios. Es una chingadera, pero me guste o no, es el privilegio del Imperio, de todos los Imperios pasados y los que aún quedan por venir.
Imagino al mundo como un gran supermercado, lleno de pasillos, anaqueles, ofertas y productos. Por allá los lácteos, acá los perecederos, ahí los productos gourmet, y lejos los saldos y los prontos a caducar. Hay productos exitosos y otros que nadie ha probado. Sólo que en este supermercado la calidad es un artificio. Por ahí hay una mano invisible que decide qué se vende, qué se tira, qué es mejor y qué es prescindible. La mano invisible usa su báscula y asigna el precio por kilo: un kilo de americano vale diez veces más que uno de tailandés, pero el kilo de tailandés está más cotizado que el kilo de nigeriano. Un kilo de víctima del terrorismo es más que 100 kilos de niños ahogados (los muertos de hambre no valen, no pesan nada).
Y ahí vamos, con nuestros carritos, recorriendo los pasillos, pendientes de los altavoces que nos indican cuál es la oferta de la temporada mientras la mano invisible etiqueta todo lo que se le pone enfrente.

jueves, enero 06, 2005

Tomé una hoja blanca y enumeré todos los pendientes a finiquitar antes del domingo. El pronóstico: horas frente a este monitor. Desde la baja laboral de los últimos dos meses de 2004, la MAC sólo compartía conmigo algunos momentos del día.
El uso del teclado exige que mis uñas estén cortitas. El arreglo y la higiene personal son cosas triviales para la mayoría. He leído que alguien se corte las uñas de las manos o de los pies, pero no recuerdo la descripción exacta del arma que las ejecuta, ni del sonido casi metálico cuando se fracturan o de la velocidad inaudita que toman al salir despedidas (ni cómo los obsesivos las buscamos en el suelo hasta dar con ellas).
Mientras la compu encendía, corté mis uñas y las limé. Observé que su superficie cada vez está más estriada, como si lomas diminutas crecieran en ellas. Entonces recordé las manos y las uñas de mi abuelo paterno, grandísimas, blancas con manchas pardas coronas por uñas estriadas y cómo yo pasaba la yema de mi dedo sobre ellas para palpar esas ondulaciones misteriosas. No sé si esa textura es síntoma de envejecimiento, algo genético o algún déficit vitamínico. Y recordé preguntarlé por qué las tenía así y su respuesta indefinida en una risa.
Tan triviales las uñas. Creo que dedicaré mis ojos-espías a observar uñas ajenas; o acaso a preguntarle a los demás si en las propias crecen cordilleras.

martes, enero 04, 2005

Abrí los ojos y sin más las recordé una por una. Las niñas de aquél colegio de monjas donde sólo estuve un año escolar. Recordé sus nombres, sus rostros y sus complexiones: Mónica, delgada, con pelo corto y negrísimo (una niña con pelo corto era cosa rara). Su amiga, Patricia, con el cabello castaño tornasol, arreglado en dos coletas llenas de caireles. Estas dos eran las más aplicadas del salón y compartían la banca. Luego Andrea, llenita y de pelo lacio atado en cola de caballo; y lilí, blanca y rubia, pelo lacio al hombro. Este par eran mis amigas y ambas usaban botines ortopédicos. Las primeras eran muy alzadas. Las segundas, dulces y desafanadas. Con las cuatro aprendí a jugar resorte. Las cinco usábamos un unifome azul marino bajo la rodilla e íbamos a misa, en el auditorio de la escuela, todos los lunes.
Este año se cumplirán 30 años de aquél colegio lleno de rosales, crucifijos y comidas en la cocina del convento. Y hoy recorde los nombres, los rostros y las complexiones de esas niñas; pero no recuerdo cómo era yo. Este 2005 me ha de quitar lo desmemoriada, que ni qué.

sábado, enero 01, 2005

primero de 2005


By Escher


Malsana costumbre la de recibir al año nuevo: el amanecer es al medio día, la digestión del día anterior continúa hasta la noche y una tropa de neuronas nunca ven el año nuevo en cuestión (esas se ahogan en el brindis).
Los días primero de enero tienen algo de aciago, son como ese lapso entre el traspiés y la caída: somos conscientes de la irreversibilidad pero desconocemos la magnitud del impacto.
Por lo pronto ya lavé y ordené; he borrado cualquier vestigio de los excesos nocturnos. Me voy a deambular en el éter de este primero de enero.

pd: Luces pal 2005.