jueves, enero 20, 2005

Y ayer, mientras la gripe reptaba por las sábanas, seguí releyendo al autor de El Cuervo. Leí una vez más la canción de Eulalia. Sólo que esta vez tenía otros datos: hace meses dediqué unas horas a otra Eulalia, a la Olalla de Lorca. Eulalia o Olalla hacen referencia a una santa, la de Mérida (Barcelona tiene la suya). Como todas las santas, Eulalia tiene su leyenda, su martirio y su anécdota sobrenatural (para los eclesiásticos: su comunión con lo divino). Fue casi una niña que defendió su creencia a pesar del martirio y a pesar de la hoguera. La Eulalia de Poe no es aquella santa (si acaso me gusta imaginar que de ella tomó el nombre). La de Lorca lo es. Pero en ambos poemas hay una costante dual: el horror y el cobijo.

Lorca acuna en su Romance el horror de Olalla:
Por los rojos agujeros
donde sus pechos estaban
se ven cielos diminutos
y arroyos de leche blanca.


Poe cobija su horror personal en la Eulalia recreada en su canción:
I dwelt alone
     In a world of moan,
And my soul was a stagnant tide,
      Till the fair and gentle Eulalie became my blushing bride--
      Till the yellow-haired young Eulalie became my smiling bride.


Los versos logran sublimar ciertos rostros que no deseamos ver. Mas no los oculta, no los disfraza ni los convierte en eufemismos desechables. Los transforma para aquél que desea ver.
La hagiografía me intriga, tanto como la voz de estos Poetas (con mayúsculas). Son universos que muestran, sigilosos, planos que se esconden para el mortal ordinario (como yo).
¿Cuántas Eulalias existen en hojas nunca vistas? Con las dos que poseo me es suficiente para que mi asombro no cese.

Para el ojo lector:
"Martirio de Santa Olalla" de Federico García Lorca
"Eulalie" de Edgar Allan Poe

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