Chagall, a huève
Dicen los estetas que si uno gira un cuadro de Chagall siempre habrá un punto de referencia diferente, un nuevo espacio, una realidad distinta. La percepción debe intentar ser chagallista (¿chagalleana?). Por lo menos mi percepción. Si uno está en la calle puede elegir como punto de referencia una moneda abandonada, y todo lo demás gira en torno de ella. O un diálogo, y lo demás serán multitud de oídos. O elevar la mirada e imaginar que las nubes observan el sueño de un perro café hecho ovillo. Entonces nuestra percepción acaricia el infinito aunque sigamos en la misma esquina, de la misma colina, en el penúltimo día de julio algo gris.
La percepción ha de inventar su caleidoscopio para reinventar. Y sí, a veces la mano invisible se niega a girarlo. Pero ya se cansará de su estática tristeza y le dará movimiento a los días, una y otra vez.


Que Marlon se fue al otro lado del río y nosotros nos quedamos, en esta orilla. No sé para qué escribo sobre arcángeles, aunque el tal Saeltiel me vendría bien (dicen que combate la intemperancia y la gula). Pero todo los ángeles están rotos, vueltos añicos ¿que cuándo se despeñaron? No sé ni me importa. Para no ver los cachitos corro por las calles, corro por las páginas de un libro y sigo mi loca carrera por el teclado (mi estúpido escaner no funciona, odio capturar). Semana des-hijada. Qué Marlon tan cobarde que se huyó al otro lado del río. Y no sé para qué espero ciertas voces, para qué pienso en esto y en aquello. Al rato tengo la agenda llena, llenita como piñata pero si la rompes no caen ni naranjas ni cañas ni limas ni limones. No cae nada. (Qué amargosa ando). Me duele el esternón. Buenas noches, Marlon.
En el último post mencioné a Navarrete sin saber que más tarde conocería su siniestro sino y la cercanía que tuvo con alguien aún más cercano a mí. Luego ciertas consignas que giran en mi cabeza y que a ratos pierden sentido se convierten nuevamente en estandartes: estandartes ociosos, necios, sin complicidad ni eco en otros.






