Hace ya unas semanas fuímos al Jardín Botánico de la UNAM que puede resultar un edén para los amantes de las cactáceas, de los agaves y demás especies vegetales adictas al calor. Las entidades espinosas no me apasionan (ya con las que deambulan por ahí basta y sobra), y los agaves sólo allá en Tequila donde azulean las colinas. Sin embargo, los nopales me provocan cierto éxtasis cuando florean: tienen un no sé qué, como si lograran recrear la imposibilidad.
En esta época del año, si uno logra salir a ciertas carreteras, puede verlos, elevando sus manitas coronadas con flores escandalosas. Caray, hasta he escrito un poema al nopalito (sin álbur, jijos) floreado. Pero mis versitos son como huesitos de tuna, se atoran en las muelas así que mejor va una foto tomada con cámara digital (me la prestaron pa mi desgracia: ahora quiero una). Va nopal con dejo de hacienda:
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