viernes, abril 22, 2005

mochos, abstenerse

Existen reglas de urbanidad para todo. Por ejemplo, están las que regulan las charlas de sobremesa: nunca hablar de política, nunca hablar de religión, nunca hablar de ¿fútbol?... éstas aplican sólo si sus comensales difieren los unos con otros. He buscado y todavía no encuentro las reglas del savoir faire para un aljibe (o una alcantarilla, que es casi igual). Entre otros temas que pueden provocar verdaderos desencuentros ideológicos está el mentado aborto: Abortar o no abortar, ese No es el dilema; el dilema está en tener la opción del sí o del no, más conocido como El Derecho a Decidir.
En mis treinta y tantos años he escuchado, oído, participado y/o ocultado historias de todos colores de familiares y amigos; he soportado todo tipo de posturas, me he reido, me he espantado... y me he hartado. Ahora que la institución capaz de validar este derecho ha caido en manos fascistas, la maternidad seguirá siendo un instrumento de control y un rol percudido por la historia, que de entrada tiene un valor de impureza --lo dice la biblia-- pues ninguna madre es virgen (salvo la tal María a quien seguro le hicieron una cesarea ¿o qué?).
El patriarcado, durante siglos, ha moldeado el rol femenino; sería iluso pensar que es posible romper los moldes en un abrir y cerrar de ojos, más si estos contienen cánones divinos. Y uno puede mentar "hombres jijos, hombres represores" cuando en realidad son la mujeres las que insisten en sostener la institución: ellas transmiten la tradición, ellas cumplen con el ritual, ellas gastan las cuentas del rosario y se persignan y juzgan implacables a otras mujeres. La mujer alimenta y se retroalimenta con la misoginia. Ha de ser más cómodo quedarse en el mismo lugar, ha resultado "funcional" durante siglos asumir un rol mononeuronal.
Y si lo anterior parece un invento baste preguntarse ¿cuántas mujeres aceptarían ser lapidadas por adúlteras, encerrarse en un convento porque nadie se casó con ellas, echar a la hija embarazada a la calle por pecadora, acusar a la vecina de bruja para que arda en la hoguera, castrar a la hija para que no ande de lujuriosa, sentarse atrás del recinto porque al frente van los hombres, tener un hijo a huevo porque así lo quizo dios?
¿Cuántas? Muchas. Miles.
Pero qué se puede esperar si sólo somos producto de un cacho de costilla.
Mejor recemos Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa o compremos muñequitos o afiliémonos a Provida... ja.

pd: Una cosa es la religión y otra la institución. Y si ofendí a alguien no pido disculpas. A mí me ofende más tanta ceguera.

No hay comentarios: