miércoles, noviembre 19, 2003

Ahora uso la impresora de color para las planas, la otra se quedó sin tonner por primera vez; y por primera vez descubrimos que ese modelo es carísimo y que sólo un proyecto regular podrá costearnos el remplazo. La de color es más lenta, así que no puedo usar la máquina mientras imprimo pero sí puedo leer libritos.
Ayer elegí releer Gaspar de la noche, la edición nueva (en estos libreros), con sus hermosos grabados. Y por releer Gaspar me gané el insomnio y un sueño barroquísimo gracias a su salamandra: nuestro geco se escapaba en una casa de tres patios, llena de herrumbre, balcones gastados, segundos pisos a punto del colapso, muros llenos de jaulas vetustas y vacías; y mi hija y yo buscábamos al móndrigo geco en cada grieta, en cada textura (sabíamos acerca de su camuflaje). La casa se volvía cada vez más sombría. Resultó que el geco poseía la esencia de las cosas y al estar perdido todas ellas se diluían.
Al final comenzó a nevar (todo estaba perdido); cada copo tenía la forma de una calavera, el sueño se tiñó de blanco.
Y aquí, en la realidad, se acabaron los grillos. Ojalá geco-salamandra no se enoje y nos borre a todos con su mirada de canicas.

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