jueves, noviembre 27, 2003


Remedios Varo


Qué la noche y sus pormenores. Para soñar basta entrelazar ciertos elementos del día, algunos párrafos de nuestras lecturas y las letras desempolvadas de Paint to Black; y por supuesto desvelarse y provocar la vigilia con el murmullo de la impresora de color.
Del salto al vacío, del suicidio, uno de tantos personajes regresó: sentado, en un cuarto gris, las manos sobre la mesa llena de manuscritos. Sé quién es, despierta leí un libro de él. Tome su rostro entre mis manos para verle la mirada: tenía todas las tristezas resumidas, toda la desesperanza, miraba a través de una gran grieta.
Y algo, o alguien susurraba unos versos:
Mi boca sabe a sombra,
mis manos son sombra que se extiende,
mis ojos velados por mi sombra;
en el fondo, la oscuridad es la luz del que se despide.

Y los sueños a veces regalan versos aunque despertemos con la zozobra de no haber dado consuelo al suicida, al autor de las Iluminaciones.

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