viernes, noviembre 07, 2003

Maldición, se acabaron los cigarrillos; me fumé mi dotación en la madrugada. Noche de malos recuerdos reincidentes. Nunca he entendido qué los invoca, qué los trae de regreso, de allá, de su gris-gris-gris pasado. Son dolores profundos, que no esos pequeños moretones que sanan con cualquier cosa. No. Es ese dolor que escurre por la traquea, ese sabor ácido como limón fermentado, la sensación de que el aire no basta, las vísceras replegadas y el deseo de quedarse dormido para no estar. Esos no-olvido tienen gravedad propia, nos jalan, abajo, donde el dominio de la autodestrucción es un mar negrísimo, ya conocido, ya visitado; y nunca será ese Leteo anhelado que borre la memoria para cerrar la puerta a esos rostros que no cesan.

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