miércoles, noviembre 26, 2003

Alguien debería inventar un codificador para entender lo que se esconde entre líneas; además de integrarle un filtro para decir lo que se debe, lo que se quiere y cuándo el momento se presta para ello.
El reloj, el calendario y el termostato me están ganando la carrera. Toca tarde de impresiones, de jugueteos con una guarda francesa y concretar un golem muy rebelde-sin-causa.
Y uno extrañando cosas:

El diablo

En sus pupilas rielan los siglos
y lo venidero aguarda con gula de silencio.
Él parte, viajero sin osamenta.
No hay cerdos, ni cabras ni pezuñas,
la piel no sangra llamarada.
Tampoco verdea viscoso limo,
la ligereza del miedo no tiene color.

Sobre las ciudades
flores-enjambres de un azul indescriptible.
Abajo, la tierra, sol blanco de sequía.
Abismo,
alguien ha de guardar el secreto.

Él parte, murmullo de las huestes
que olvidaron las formas,
sabor a despeñadero,
arcángel de alas rotas.

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