domingo, noviembre 02, 2003

Creo que ayer, en alguna corniza del Centro, dejé el sentido de las palabras; se quedó mirando el gentío algo aturdido por tanto copal. Hasta hoy no había regresado. Un sábado larguísimo de calle, festividad y los niños con sus laberintos y sus altos contrastes.
Y los archivos detenidos; ayer estuve a punto de tirar uno al basurero virtual: "el sentido se ha ido de paseo, el muy ingrato, el muy pendón". Y mejor huí a tomar capuchino casero y cerditos de piloncillo, a enredarme en los colores de los muros y en el siseo del papel que pende del techo.
El sentido regresó por la coladera, con su alegoría de fluidez. Lo trajo de vuelta arrullo-de-pelo, un animalillo que vive en las tuberías. Y cada palabra recobra su esencia: caño, tufo, aprieto, grasa, pelo, calma, silla, enciendo.

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