jueves, agosto 28, 2003


chez morcillo

Se fue, no dejó estela alguna. Le dejó la concha nacarada para que se refugie en sueños. Me ha dado aprensión porque ayer, sobre la avenida, había manchas de caracoles destrozados: el sol las seca, las convierte en extraños rompecabezas que persisten en brillar.
Pero si dejó su concha ha de estar en algún lado. Y el que posea la concha, en sueños, podrá descifrar cada recoveco y salir de vez en vez del laberinto.

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