martes, junio 17, 2003

Ciertas puertas deberían estar canceladas irremediablemente; no bastan algunas tablas y clavos, algo o alguien logra abrirlas. No me agrada. Conozco el camino que serpentea después de esa puerta y a dónde llega: a un páramo. El tratado de las puertas internas es basto; unos permanecen siempre abiertas, otras son abatibles, algunas (peligrosísimas) de vidrio. Las hay ingenuas de cartulina (aunque muy coloridas). Y existen verdaderos portones medievales, con foso, y tiburón y cocodrilo y quimera. Esta puerta, la de hoy, algún día se hará muro: y viviremos felices y tibios (eso dice una vocecita) por los siglos de los siglos, tan-tán.

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