viernes, junio 27, 2003

Mujeres que flotan en el ambiente, mujeres que sólo poseen un nombre y en la unidad guardan el deseo del observador. Algunos personajes de Poe (no todas) constituyen el ánima que guarda los secretos del pensamiento, del conocimiento y secretos del inconsciente: lo femenino en su papel de misterio ancestral. El deseo de poseer lo inasible provoca la escisión en la mente de los personajes masculinos: la obsesión, la anestesia de drogas las visiones bizarras, hasta el fetichismo (Berenice). Y pareciera que la posesión de las ideas puede ser más destructiva que la posesión de la materia. No. El verdadero tremor radica en el desequilibrio de la unidad: espíritu-materia. Desear hasta la locura, el ánima o la materia, deriva en la exterminación del sujeto. Antes que Freud, y toda la avalancha del estudio del pensamiento, maese Poe logró intuir y plasmar (acaso vivir) los perturbadores mecanismos que llevan a cruzar el umbral de la locura. A partir de Poe el “mal” no sólo aguarda en factores externos (hechizos, demonios, fantasmas, pactos...), la perversidad se agazapa en el interior del hombre (le llamó El demonio de la perversidad). En Poe no existen los monstruos traslúcidos y amorfos, y sí mentes al borde del colapso. Las mujeres-ánimas flotan en su prosa, en sus versos y en una parte de nuestro inconsciente colectivo.
Otros cuentos son punto de partida para el género policiaco, para Moby Dick, para el horror y la poesía cósmica. Pero eso es otra historia.

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