lunes, junio 02, 2003

A veces los días son de exterior; no sólo por andar saltando en la calle sino por la posibilidad de alejarnos de la introyección. El fin de semana no estuve dentro de mi cabecita, salí de paseo: fui a dar clases (un grupo muy cool), comí momias, san Ángel y palabras con dos amigos. Podría escribir sobre Matrix, o sobre cómo encogí bajo la lluvia. No. Contaré una anécdota.
Hace meses caminaba junto a un amigo por las calles de la Condesa (solíamos ir a pequeños restaurancillos); frente a nosotros caminaban dos amigos, un poco apartados de nuestra reunión, conversaban de una manera curiosa, ladeaban la cabeza, escondían las manos, sincronizados. Brillaban.
Los meses pasan y aún caminan por las calles, se miran con más familiaridad y ese brillo persiste. Este fin de semana ví mucha gente, pero me quedo con esta pareja fosforescente que me hace creer en esa palabra tan vapuleada: enamoramiento. Y claro, a ellos, Rax y Alberto, un Chagal.

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