En algún lado de ese árbol hay un pájaro que no para de rechinar, un sonido repetitivo, que no pío sino piopp, así, con doble p. ¿Se habrá rayado? como aquellos discos de acetato que podían convertirse en emisarios a la dimensión desconocida. Entre el piopp-piopp y el clic-clac del mouse no hay manera, así que pongo Eurythmics hasta que vibren los cristales, y por ende las neuronas de mis vecinos. Hoy debemos terminar la revista, con pollos o sin ellos (así es, todo lo emplumado es igual a pollo). ¿Por qué no me gustan los pollos? Tan no me gustan que tengo una colección de escenas apolladas (¿o de pollería?). Traeremos unos trinos por aquí...
lunes, junio 30, 2003
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