Dependo de un pequeño monstruo cuadrado de ojos rojos, tiene cola negra, y con la punta de la cola bebe electricidad. Mi maldito despertador; si no gruñe no despierto, si no parpadea no sé en qué día estoy. Hoy el monstruo pérfido no sonó (aunque creo que alguién lo apagó entre sueños); me quedé perdida en mis laberintos. Para cuando mis párpados se abrieron la hora de entrada a la escuela era leyenda: la escuela de mi hijo. Me disculpé con él por mi falta de adicción al deber, él con una espléndida sonrisa me dijo: no importa. Me acaba de confesar que él sí se despertó, pero como me vió tan dormidita no quiso despertarme, ajá. Yo me como mi culpa mientras él construye Leggo en la alfombra. El monstruo de ojos rojos guiña un minuto, el muy cínico.
miércoles, mayo 07, 2003
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