viernes, mayo 09, 2003

Regresé pasada la medianoche, sin zapato y sin calabaza. Un día extraño. Afuera, la actividad; adentro el desconcierto. Más allá de cadencia, ritmo, prosa impecable, interesante punto de vista, etc., esta novela me hizo girar alrededor de lo que significa la raíz, el origen y la posibilidad de perder las cosas más nimias para volverlas objetos incunables. Imaginaba a los errantes como pequeñas matas sin raíz, con pequeñas patitas, corriendo por los caminos polvosos, con el mismo movimiento de una araña de mar perdida en la arena (quienes las hayan visto comprenderán); las de movimiento torpe, de muñeca de trapo, del breve temor de aquél que se descubre fuera de su elemento. Y algo hay de esas plantas andarinas en esta casa, en su pasado y en un presente de ciegos. Las cosas son, qué se le hace.
Y luego recibo un mail de alguien que busca a su familia, SU familia perdida. El remitente tiene mi apellido, vive en una ciudad lejana y un dato único que despeja la interrogante. Me encontró (a mi mail, mejor dicho) en un sitio de esta infinita red. Creo que alguien se harto del olvido, de ese olvido que es tan nuestro y que para los ya muertos fue tan sanador. Sincronía, coincidencia, anécdota, llamemósle como mejor convenga. Esta noche y sus fantasmas son azules. Sea.

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