El pueblo pesquero aún. —Venga, niña, a ver lo que El Capi trae en la lancha—.
Inmenso, inmensamente azul, con el vientre hinchado y la boca escondida, tan pequeña como un ojal. El frío del mar y de la muerte en su piel lija, los ojos parecidos a los de un gato. Es un tiburón martillo. No niña, es una cornuda. Martillo, cornuda, es lo mismo. Pero fíjese, que ya traen el cuchillo.
El vientre se abrió, inaudito, rojo, húmedo y palpitante. De su interior salían pequeñas cornudas. Están vivas. Azoro. Pero no se quede ahí, atrápelas, debemos arrojarlas al mar que sólo así estará contento...
martes, mayo 06, 2003
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