Lastre, lastre, lastre. Nave nivelada. Este vértigo laboral retoma su andar aterciopelado, algo así como rielar. El jueves será más apacible (ya no hay taller, un libro a la imprenta, otro a corrección y mi amiguito Bachelard espera). Seguirán horas de retoque de fotos y doblar la montaña sagrada de ropa limpia (deberían existir dobladores a domicilio, costo por hora); barrer el polvo del parquet o decidir sembrar una milpa en la sala (con un poco de agua y maíz palomero bastaría). Y para navegar por ahí, dejo unos barquitos medievales que naufragué hoy en una portada.
jueves, mayo 22, 2003
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