martes, mayo 20, 2003

Existe un cuarto de muros blancos, altísimos; ahí la penumbra es tibia y la saliva siempre dulce. Dentro repta una salamandra que se alimenta de luz verde, los santos y otros rostros observan complacidos. Hay las voces que esperan en cajas para desmenuzar el silencio donde las manos esconden las formas. Y está el pozo dentro de las pupilas del que devora las llaves de la puerta. (El pozo guarda las nanas de las piedras y monstruos de papel). En el cuarto blanco el aire es viento que roba el polvo de los estantes y refresca las palabras que nadie osa nombrar. Territorio que no nos pertenece y del cual sólo nos queda el reflejo en unos ojos, espejo, que no son los nuestros.

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