sábado, mayo 24, 2003

Lo dicho, anoche dormí como lirón. Los ojitos están húmedos y listos para ver y oir. Y la pancita ya no duele, creo que fue víctima del estrés y el café (mmm, el café es ley). Los sábados son mis domingos, borro todo el exterior y cubro los relojes con paliacates imaginarios. Cuando están los niños me instalo en sus universos y exploro: hoy la hija me contó sobre una terriblísima organización llamada Leviatán, que vive en sus sueños y el hijo no se quita su medalla del campeonato de fútbol (agh). Iremos por sushi, nos aventaremos los palitos en la mesa y regaré mis plantas. Un día limpio, simple, ordinario. De esos días surgen las historias, los símbolos y las abstracciones. Suena contradictorio. No lo es.

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