Pondré un letrerito en mi ventana: bruja a domicilio. El taller de los martes naufragó, por decisión propia. Creo que existen límites invisibles que sorpresivamente se elevan como murallas. Son muchos martes. Hoy llegué tarde. Alguien se desesperó y el coordinador del lugar inició la sesión, mi sesión. Uno cree poseer lo que hace, lo que inventa y a lo que le dedica horas extras. Derepente no entendí el para qué de imaginar ejercicios o intentar abrir puertas en la creatividad de algunos. Simplemente me dí la media vuelta, con un fajo de copias bajo el brazo, unas pinturas y cartas del buen Vincent (el mentado ejercicio epistolar). No sé qué disparo el acelere de todos (o de unos). Y tal vez mis parámetros de respeto son absurdos y por ende, absurdamente no habrá más martes de taller (conmigo, puede darlo alguien más). Lo siento por el buen Vincent, nadie vió las imágenes. Aquí alguien las verá...
miércoles, mayo 28, 2003
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