miércoles, mayo 28, 2003

Pondré un letrerito en mi ventana: bruja a domicilio. El taller de los martes naufragó, por decisión propia. Creo que existen límites invisibles que sorpresivamente se elevan como murallas. Son muchos martes. Hoy llegué tarde. Alguien se desesperó y el coordinador del lugar inició la sesión, mi sesión. Uno cree poseer lo que hace, lo que inventa y a lo que le dedica horas extras. Derepente no entendí el para qué de imaginar ejercicios o intentar abrir puertas en la creatividad de algunos. Simplemente me dí la media vuelta, con un fajo de copias bajo el brazo, unas pinturas y cartas del buen Vincent (el mentado ejercicio epistolar). No sé qué disparo el acelere de todos (o de unos). Y tal vez mis parámetros de respeto son absurdos y por ende, absurdamente no habrá más martes de taller (conmigo, puede darlo alguien más). Lo siento por el buen Vincent, nadie vió las imágenes. Aquí alguien las verá...

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