jueves, julio 31, 2003


Warhol

He imaginado que mi corazón es una gran sopera; suelo asociar sucesos con diversas recetas de sopa. Algunas me traen el rostro de alguien, de situaciones, casas que ya no existen, gente amada que tampoco existe; pero no sólo guardan una imagen, la sopa es un leit-motif emocional. Según las historias, personales, existen sopas protectoras, de hastío, amorosas, de bajas pasiones (esa tiene parmesano); algunas humean, otras son frías envueltas en mayonesa.
Con la prisa, y la ausencia de comensales en esta casa, decidí abrir una lata; compré una Campbell's, crema de pollo y espárragos (el pollo enlatado sufre terribles transformaciones, supongo que por eso me gusta). Desde enero no comía pollo-espárragos, durante tres semanas abrí lata tras lata (me sacaron el 90% de las muelas, mala dentadura, qué se le hace, ni un pan de caja podía masticar). Y claro, entremezclada con el humo del plato bailaban mis fenecidad muelas, la sensación de taladro en la mandíbula y lentamente el rostro de mi Primo. En el fin de semana de mi recuperación decidió estrellarse en su moto para que yo lo viera, por última vez, dormido en un ataúd. Ya nunca he jugado con el playstation, ni lo veré entrar con su casco de obsidiana bajo el brazo. En menos de un año se extinguió una de las mesas más entrañables que tenía, sobre la que Tía ponía sendos platos de sopa de apio: entonces mi primo y yo podíamos recordar a la abuela y la higuera de la infancia.
Creo que dejaré de comprar esas latitas por un tiempo, ahora sé qué sabor asigné a Tía y Primo. No bastará, ciertas personas poseen un recetario completo. Sin ellos mi sopera se ha quedado a medio llenar.

miércoles, julio 30, 2003

Siempre acomodamos a la gente que conocemos en distintos lugares; es como si tuvieramos cuartos con estanterías, de distintos tamaños y colores; unas en pisos inferiores, otras hasta el roofgarden.
Las repercusiones son en función de la cercanía; a menor distancia mayor es el lazo y el amor compartido.
El universo de los estantes no es fijo, está en continuo movimiento; rostros van y vienen, algunos son efímeros, otros se instalan por temporadas y pocos se quedan casi para siempre. Los factores de dichos cambios son varios: la distancia real, los viajes, los intereses encontrados, la muerte.
La cantidad de repisas abarrotadas depende de nuestra interacción con las personas (varía si eres una ostra retraída o una jocosa castañuela). A veces se antoja tener sólo cuartos distantes, donde nada pueda afectarnos, pero resulta difícil ser el ermitaño en la cueva. Sí, se antoja muchísimo cuando alguien ya no cuadra en tu repisita.
Hoy fue un día de lluvia intensa, de aromas a piedra vieja, de guanábanas en un vaso de yogurt, de mantequilla en el cine; un día armonioso con una pequeña mancha. En los últimos días alguien se balancea en la estantería; he tratado de ser más tolerante, de hacer algo por aminorar ese balanceo. Me bastó leer unas líneas para mudarlo a otro cuarto, lejos. La vil decepción.

martes, julio 29, 2003

Tendré que meditar cómo decirle al autor --el de la corrección-- que sus textos son grises (y no lo que a gramática y tildes se refiere); repetitivos, con un punto de vista preocupante, enfin, un Corín Tellado muy, pero muy decadente. No sé cómo decirlo, es alguien cercano que pretende hacer con ESO un libro (edición de autor). La ética tiene dos filos; ojalá mi cabecita no ruede por ahí. Puaj. ¿O me disfrazo de silencio?


Arthur Rackham

Leí un post sabatino de marian; tiene una hermosa edición de Alice in Wonderland, y además de su incunable habla de su lectura con cierta pasión compartida. La gente adicta a Alice es cómplice. (Rax también ama el mundo tras el espejo). El eco para invitar a nuevos adictos es inevitable.
Y si las letras asustan, están los ilustradores de esta obra (no sólo el original); las variantes son entrañables e imagino que surgirán nuevas mientras alguien lea este libro.

domingo, julio 27, 2003


Goya

Mis cínicas vacaciones no podrán seguir, todavía no encuentro la manera de quitarme esta sensación de inutilidad y de que algo se desliza por la coladera sin que yo lo vea. Además regresó una corrección y un juego de planas. Son pocas horas de trabajo real, más otras horas pendientes de trabajo gozoso (que sí lo hay). Alternaremos los días con una expo, un cinito y algún coffee (que tampoco planeo entrar en frenesí laboral). Y sobretodo abriré los archivos de mis golems, es un fastidio constante sentir que el tiempo se escapa, o alguien divino se lo come, y esos personajes van contra un reloj imaginario que no sé quién invento (yo no).
Pero hoy es domingo, y a modo de clausura dedicaré lo que resta del día a leer EL libro.
Qué mal no saber estar en la nada, si no me muevo me hundo.

PD: maldita-pulga est morte, ja.

sábado, julio 26, 2003


H. perfil de pulga

Mèrde, un leve cosquilleo en la cintura me despertó sólo para descubrir otro breve cosquilleo en una pantorrilla que se duplicó en la otra; luego en un brazo, en la espalda: por todos lados.
Ronchas. Ronchas por todos lados; y no son de mosquito (hace dos años que los mosquitos huyen de mí, a saber). Supongo que una estúpida pulga soñó conmigo (ayer entró un cachorro, y lo pusieron a juguetear en mi cama); espero que sea una pulga ¿y si es otro bicho? Además soy el único habitante de esta casa con ronchitas.
Revisé la cama, las almohadas, las sábanas; me pusé neurótica y paranaoica. Ya fumigué el cuarto. Y a pesar de todas estas acciones de escuadrón de la muerte, no se me quita la comezón de todo el cuerpo.
A esta reacción le llamo Mimiquis. Mimiquis y yo somos viejas conocidas: ella vive en los hervideros de pequeños insectos, en el zumbido de otros, y en las fotos de sus antenosos rostros. Mimiquis ahora es más pequeña, antes era un cíclope capaz de lograr que arrojara mi almohada de plumas al clóset, años ha, después de leer el Almohadón de Plumas.
Más le vale a Mimiquis no acompañarme a la boda. Mejor fumigo dos veces.

viernes, julio 25, 2003

Alberto es alguien a quien respeto, por muchas razones; a veces puedo estar de acuerdo con él, otras no (en lo que a gustos y clasificaciones); mas su visión sobre ciertos puntos y la manera en que los plantea son inmaculados. Publicó un artículo sobre una antología de cuentos de género. Me parece vital, por un lado, conocer su postura y por otro reconocer ciertas cuestiones inquietantes que él muestra.
No es una cuestión de feminismo barato, o de armar polvorines; es un asunto de fidelidad con uno mismo. Eso es causa de respeto.

A modo de agradecimiento: Entré y leí toda esta algarabía. Es un halago, y no hay que hacerse tonto: es grato. El blog es algo lúdico, de ahí que sea menester decorarlo, aunque un blog limpio también tiene su intención estética. Es un pequeño monstruo hecho de partes independientes; uno las descubre en otros blogs. Mi guía, y quien me invitó a bloguilandia fue mi amiga Rax, de su blog tomé los primeros fragmentos (un ojo, los brazos y una pierna). Era un canal virtual para leerla a ella, y a Alberto; me asomé a otros sitios, unos los he olvidado; otros ya son parada reglamentaria; y con los días llegan nuevos.
Me gusta leer y que me lean, el intercambio en tags (con pequeños enunciados se logra decir tanto) y ahora este artefacto (el feed que le aprendí a Julio) que permite verdaderos párrafos. Sí, le tengo amor enfermizo a la palabra escrita. Y neta, no creo en un blog íntimo (para eso están los cuadernos de carne y hueso que luego tiramos al basurero). Dejar palabras en la red implica el deseo, cínico o velado, de atrapar retinas.
Dentro de esta maraña de cotidianidad se da y se toma: autores, obras, puntos de vista, sucesos, anécdotas... eso es suficiente.
Basta de sensiblería.
Vayan a ver a Nemo...

jueves, julio 24, 2003

3 meses en bloguilandia. Nombres familiares, varios favoritos, el jugueteo con un programa... Y para la decepción, color...



El corazón

Sístole, en la oscuridad
los sonidos rezagados son tremor de venas.

El latido incauto escurre
cuando la voz —del que no te pertenece—
calla. Se esconde en el aroma
de las manos pequeñas, late azucarado,
y se sueña volcánico en un territorio
de arterias dispuestas
a la imposibilidad del ritmo.

Los rojos se corrompen, el latido
es sordo en el cauce espeso.

Cuando seas corazón cansado,
coagulo silente,
dibuja el rostro de los muertos
en la grieta de la luna.

miércoles, julio 23, 2003


Sigo escarbando la tierra; todo el día estuve afuera, en casa de una amiga con la que puedo compartir ciertos territorios: véase la maternidad. Su sala tiene un enorme ventanal, detrás el verde, detrás la montaña. Llovió. Intercambiamos anécdotas sobre otras mujeres que, a través de los años, nos han cuestionado, vapuleado y tildado de perfectas mediocres, truncadas y sin posibilidad de continuar nuestros ¿sueños? (por favorrrr) por el hecho de parir. Las mujeres son (somos) una curiosidad de la naturaleza. Recuerdo a una en especial, su mueca de horror y casi nausea cuando supo que tenía dos hijos (qué horror, tan joven y ya estás amarrada). He de suponer que parir mata las neuronas (wow, gran descubrimiento científico).
Ser mujer no es sinónimo, NUNCA, de “serás madre”. Cada quién su laberinto. Cada quién sus miedos. No hay más no hay menos.
Claro, existe el caso inverso; la madre que justifica su tibieza con los hijos; el “no me da tiempo”, “ellos son MI vida” (qué culpa tienen ellos, pobres). Y entonces arremeten contra las deshijadas, las llaman mujeres a medias; e irresponsables-malas-madres a las que hacen otras cosas (además de revisar tareas, hacer galletitas y velar fiebres nocturnas).
Ambos casos abundan, llenan las calles todas, y tufan.
Y así se fue la tarde dedicada al universo femenino, al café, a lo cotidiano de las cuentas por pagar y a los líos personales de creatividad.
La frustración se arrastra por ahí, se acopla a nuestro ritmo y a pesar de los años prevalece como esos pequeños fósiles que aguardan bajo tierra, que a primera vista parecen seres fenecidos; mas guardan cada detalle y se vuelven piedra no transformable. Y no se vale arrojarla al prójim@.

martes, julio 22, 2003


Magritte

Dediqué unas horas a divagar sobre puertas, no sólo llevada por el ocio, sino para adentrarme en los versos de una poeta; debo hacer un breve ensayo.
Las puertas se cierran y se abren en las estrofas. En los días reales, curiosamente, su casa es un verdadero albergue de puertas; no importa a dónde dirijas la mirada: te toparás con una puerta, con su manija invitadora, su transparencia de vidrio o su cerradura inviolable.
La puerta es la posibilidad de transición entre mundos, el pasaje permitido o el arduo objetivo del iniciado; a veces custodiada por pavorosos guardianes, otras veces ocultas o a las que sólo resta el quicio. Hay umbrales al más allá, a los infiernos, a los cielos, a otros planetas, a mundos paralelos, al viaje por el tiempo o a la ruidosa avenida. Puerta, portezuelas, portones; si tuviera que simplificar su basta simbología eligiría luz-oscuridad, dualidad de la que emerge todo paradigma.
Esos versos contienen puertas que separan la luz y la sombra, pasaje al claroscuro de lo cotidiano, de años como observador atento y dispuesto a robar todo aquello que descubre en el horizonte de los días. Puertas hay en todos lados, falta saber cómo abrirlas con la palabra.

Mandé que abrieran puertas
para ahuyentar secretos...

Dolores Castro

lunes, julio 21, 2003

Ahora que veo el número del día inicia la cuenta regresiva; un mes para cumplir años; suele pasar inadvertido; pero esta vez el cambio de edad no me gusta nada. Los treintañeros, supongo, sentimos vértigo a ratos.
Y está la vocecita, aquella del dedo inquisidor, que nos pide el recuento, la tarifa cumplida, el inventario; ¿quién fija la cuota?: el deber ser de cada uno.
¿Qué cómo se reajusta el deber ser de cada uno? Apretando Reset, claro, si acaso encuentras el dichoso botoncito.
Mínimo debería existir una actualización del programa, o el reinstalable.
Enfin, que no terminé la última corrección, ergo las vacaciones quedan inauguradas a medias, ergo me voy al Word.
Pd: ¿Alguien quiere venir a cocinar hoy?

domingo, julio 20, 2003

Más tierra, aunque ella no es tan estable como quisiéramos. Ayer una llovizna de ceniza empanizó todo; carros, árboles, adoquines rebozados listos para la fritura. La ceniza es tersa pero abrasiva, y escurridiza; polveó la cara de los muebles, de mis tacitas chinas, se dio vuelo en mis pulmones donde jugueteó con la nicotina. Hoy sacaré los limpiadores de colores eléctricos porque eso de poder patinar en los pisos (también es resbaladiza) agota.
Las cenizas evocan las incineraciones, las que están ocultas pues aún tienen un fuego que quema; otras más distantes pero que sabemos son fuego de gente querida. Este fin dos personas, lejos de el horizonte del Popo, se fueron, y me dejaron a un amigo muy maltrecho. Nada se puede cuando la tierra y los hombres exhalan...

Hay otras tierras, aquí en bloguilandia; si se toma el camino sur, aburridos de este aljibe, asoman los pantanos donde Laroche busca animales verdes. (¡Bienvenido!). Me voy por la jerga y las cubetas.

viernes, julio 18, 2003


otro medieval

[…]
¿Dónde están tus arroyos bullidores,
tus negras y espantosas hondonadas
que poblaron mi espíritu de ensueños
ó á los hondos abismos lo arrojaban?…
[…]
Manuel José Othón

Fijaciones. Es espeluznante salir a la calle, estar trasnochado y arrojar las retinas a un sol blanco. Repartimos papelitos aquí y allá. Dormiré un rato.
Y tal vez sueñe con la ausencia del caos de la tierra en las calles; el cemento es tan propio, intransigente y adecuado. Tiene algo de predecible, y pareciera que las aceras marginan nuestro andar y dirigen nuestra vista hasta dejarla gris-estéril. No así la tierra, los montículos, o una mínima piedra. Estos esconden formas e invocaciones, una mitología subterránea que dejamos pasar.
Será que al sentirnos desorientados buscamos el elemento que se antoja el más firme para edificar los recintos del ensueño, con el deseo de que no habrá ningún colapso.
Mas sólo descubrimos tierras yertas. Queda esperar que un agua imaginaria defina los estratos, barra sedimentos y renueve el letargo del horizonte. Toda lluvia tiene un rostro conocido.

jueves, julio 17, 2003


ámbar

Me quedé ahí, en el camellón. La tierra estaba mojada, un revoltijo de hojitas y semillas de pirul. El olor a tierra mojada es devorable, pude quedarme ahí todo el día, aunque los rines cromados y esos estúpidos claxons corretearan por ahí. El lodazal se transforma en mundo fantástico gracias a, supongo, las pastillitas pa la cabeza, pa la espalda, pal estrés.
De hoy al domingo termino todo, a partir del lunes tomaré vacaciones, 15 días, no estoy, no estoy.
Entonces me iré al camellón, seré lombriz, me enterraré y dedicaré los días a construir túneles (una catedral); coleccionaré piedritas, minerales y con suerte trocitos de ámbar; o un trozo grande, amarillísimo, para encerrar la voz de alguien que extraño hasta el absurdo.

miércoles, julio 16, 2003

No cumplí con las horas laborales, sería más fácil estar en una oficina con reloj checador; mis horas de pereza anidarán en algunas vértebras, tomaré cafeaspirinas, me dará angustia extrema, y aunque se me perfore el intestino todo estará en la puerta del cliente: viernes.
Mientras, Aftercrying, san Hernández y matar mosquitos con las galeras.

Canción VI
El cementerio está cerca
de donde tú y yo dormimos,
entre nopales azules,
pitas azules y niños
que gritan vívidamente
si un muerto nubla el camino.

De aqui al cementerio, todo
es azul, dorado, límpido.
Cuatro pasos, y los muertos.
Cuatro pasos, y los vivos.

Límpido, azul y dorado,
se hace allí remoto el hijo.

Miguel Hernández

martes, julio 15, 2003

Suena contradictorio tener por un lado una creciente obsesión por la fragilidad de las cosas y el irremediable olvido que cubrirá todo, y por otro la afición de buscar imágenes de huesos por doquier. La contradicción no existe si entramos en el territorio de las certezas.
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imagen robada a julio
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Desde una palabra, una anécdota, una persona hasta un simple pedazo de papel contienen la posibilidad dual de seguir presentes o de repente desaparecer. Ningún adivino, o estadísta, podrá decir cuándo sucederá qué. Esta fragilidad cimbra, y nos incita a ser lectores voraces, observadores o inhábiles guardianes de aquello que llegue a nuestro pensamiento. Y esto no basta pues al igual que ese mundo que nos empeñamos en acunar, somos perecederos.
Los huesos son el consuelo que da la certeza; la certidumbre de que lo sucedido no tiene posibilidad de mutación. Los osarios son la alegoría perfecta del estático apacible.

lunes, julio 14, 2003

Toma años aprender a callarse la boca y pedir membresía a la comunidad del silencio perpetuo; y en breves minutos abrimos la puerta y salen a pasear las vísceras. Uno posee una vocecita: cállate, cállate, cállate. Imbécil vocecita, seguro se quedó crudísima, y apenas hoy regresó: Too late, ya hablé, hablé, hablé. Ahora a joderse con las consecuencias. Y otra vez me duele el esternón. Me voy a preparar mis utensilios mágicos (pero antes, cool, a comer con Libia-amiga). (Y como diría mi tío Anselmo, arrepentirse es pa pendejos).

domingo, julio 13, 2003

Un fin de semana larguísimo, y aún no se detiene. En ciertos viajes que organiza rax (quien me regaló cálidas horas sabatinas) encontré una galaxia que tendré que visitar:
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Existen otras más coloridas, luminosas o tétricas, pero la forma de esta es especial. Es una lemniscata perfecta, (el símbolo del infinito para el álgebra y el del triunfo último del espíritu sobre la Unidad para los alquimistas). Las lemniscatas asoman en lugares curiosos: en amasijos de cables telefónicos, bajo forma de ouroboro, en ligas doblada y en dos cartas del tarot.
Hojeo las notas sobre este juego de cartas, toca clase; una clase ajena a los roles adivinatorios, y más cercana al origen y evolución de esta manifestación plástica. La raíz es la iconografía medieval en la que se incluyen iconos latinos modificados, paulatinamente, por la iconografia cristiana. La historia es larga y sinuosa, y ha derivado en verdaderas curiosidades (hay tarot de mago de Oz, de Hello Kitty, y de Durero y Bosch). Historia, formas, colores, blasones de familias italianas, comunión de iglesias; su aspecto adivinatorio es el otro lado de la moneda, o tal vez el lado oscuro de la luna.
La lemniscata ciñe la cabeza de El Mago-El Prestidigitador; algunas personas tienen dejos de esta carta: actúan, hablan, juegan, ríen, desconciertan... Dan vértigo, mas ponen el mundo de otros en movimiento; son lúdicos, en sus pupilas se refleja el infinito y uno los evoca todos los días.
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Tarot de Marsella

viernes, julio 11, 2003

La palabra. Solemos usarla una y otra vez, hacer combinaciones con ellas, tornasolearlas; llega el momento en que sólo queda un jirón de ella, apenas un leve vestigio de su significado. Se convierte en palabra común, insípida y en el peor de los casos, trillada. Tal destino asoma en la palabra Flores: reducida, manoseada, asociada con la simplicidad y la sensiblería. Ocurre con Flores y casi todos sus nombres más conocidos: rosa, margarita, lis, narciso...
Varios versos de Poe nombran flores, nombres ajenos a nuestro léxico promedio o a nuestra geografía; si nos detenemos en cada una y buscamos su imagen el verso se reconstruye y ofrece nuevos territorios de significación. Detrás de cada flor nombrada hay aromas desconocidos, simbologías y mitos de otros días; algunos etiquetaran los contenidos como no vigentes. Mas la vigencia de la palabra no radica sólo en su sintagma, sino en sus paradigmas; mismos que desconocemos y parecieran sentenciados al olvido ante una cultura instantánea y desechable. En nuestra cultura de reciclado la poesía no encontrará un nicho.
Flores, muchas de ellas han sido alegoría de belleza, juventud, poder, infancia; y, como en Poe, de aquel edén perdido cuya luminosidad permite distinguir y reconocer con asombro el lado oscuro de las cosas.


Weirtz

jueves, julio 10, 2003

La sucesión de pensamientos e imágenes es curiosa; imagino un gran hilo donde algo engarza piezas de distintas formas y tamaños: pequeños abalorios, de vidrio o plástico; trocitos de ámbar sin pulir, guijarros, caracolas, guanos fosilizados, un trozo de galleta salada. No importan las piezas sueltas sino el todo que logra una unidad. Trato de imaginar qué clase de cordeles usa el vecino, los niños, ciertos amigos; si engarzan a mano o con una aguja de costura (o de sutura).
Hacía logos para una tienda de plantas, una clienta nueva que envió la del Reiki (cliente satisfecho, ejem); un logo tiene una sombra de helecho. La relación helecho-tristeza (derivada de la anécdota Reiki-perro) me hizo recordar a Paul Celan (quien tiene un uso peculiar del helecho); la obsesión engarzó su piedrita y me llevó al librero ¿en qué maldito libro estaba el versito? Pasaron los minutos y me regresé al logo. No encontré el helecho pero se quedó el perro, y con el perro un amigo imaginario de infancia que hace tiempo no recordaba; ¿un amigo? pero si tuve dos, y el segundo no hablaba de helechos sino de las flores de un cuadro ¿qué cuadro era? Otro logo tendrá una flor. Interrumpo. Me fui de nuevo al librero para buscar al pintor o al cuadro o al amigo imaginario que dejé por ahí olvidado. Maldición. No encontré el cuadro pero sí (ya para qué) el helecho de Celan, verde como todo allá afuera (cómo llueve). Dejé el libro a medias, terminé los logos. Y se quedan esperando el amigo imaginario, un cuadro sin nombre y un reguero de abalorios.

miércoles, julio 09, 2003

Un día lleno y zumbante, una colmena. Y tan largo que no recuerdo cómo era el techo cuando abrí los ojos (¿ayer, hoy, mañana?). Mientras todo vuelve a cobrar forma, leemos el silencio de otros...

Junto a los signos
pisoteados, en
la carpa encerada de piel verbal, en la salida
del tiempo,
gimiendo agudamente
sin hacer ruido
—tú, aire regio, a la
cruz de la peste clavado, ahora
es cuando floreces—,
de ojos como poros,
cubierto de escamas de dolor, y te
conviertes en caballo.
PAUL CELAN

martes, julio 08, 2003

Los teóricos argumentan (a eso se dedican) que uno de múltiples factores que contribuyeron a la extinción de los libros iluminados fue la entrada en escena (será al obturador) de la fotografía. Se antoja encontrar un miniaturista por ahí que tuviera el oficio, el tiempo y la tarifa adecuada (la laminilla de oro no es barata) para pedirle que ilumine un libro. Enfin, tampoco incluir fotos es barato.
Los caracoles son retratables; no sólo con lentes y pinceles, también con palabras. Los caracoles son viejos amigos, por ello uno sonríe cuando encuentra un texto sobre ellos. Lo leí hace muchos días y lo imprimí. Mejor lo guardamos aquí: del blog de morcillo


Álvarez Bravo

decidí irme unos días con un amigo caracol, pero he resuelto quedarme
me enseñó a arrastrarme por la tierra y a permanecer oculto demasiado tiempo, lo suficiente como para hacerme pasar por muerto y entonces emprender la graciosa huida
no hemos comido nada en 2 meses, no nos ha hecho falta. cuando nadie nos ve salimos a buscar algo de alimento pero no hemos encontrado algo que nos satisfaga
nos refugiamos en un librero y la madera es difícil de roer
al papel no le queremos hacer daño, demasiado conocimiento para nosotros que ya no queremos nada de la vida
así que por ahora el caracol y yo nos hacemos pendejos ocultos bajo nuestra concha blanca esperando el momento de huir o de matar a la vida o de ser asesinado por un imbécil que tiene por costumbre no mirar hacia abajo
Alfonso Morcillo

lunes, julio 07, 2003

El perrito de allá abajo no impedirá que traiga a un dúo interesante, en parte porque alguien habló de palomas (ughh, sí, creo que son ratas voladoras) y porque ss preguntó por el halcón; y séptimo sentido es Poeholic...
Medioevo aún. La paloma y el halcón solían unirse para crear una curiosa alegoría no sólo de orden espiritual, sino también social. La paloma, como símbolo del espíritu santo, representa la conversión (la iglesia) y el halcón, el poder militar converso. Juntos, fuerza y espíritu, tienen el permiso divino (ja, cualquier semejanza con nuestra historia es mera coincidencia) de actuar y buscar pajarillos salvajes para ser redimidos (imagen usada: impíos=wildbirds).
Enfin, no sólo los pájaros habitan en los bestiarios, están los animales acuáticos, los terrestres, los fantásticos y hasta las piedras que solían tener curiosos valores alquímicos. Más allá de los valores atribuidos (a veces absurdos o incompatibles con las no-creencias), los bestiarios son una ventana a la imaginería, al registro de una época y a la comprobación de lo que se olvida en el camino. Y el trabajo plástico es i-rre-pe-ti-ble:


Voté, aunque no creo en nada me gané mi pulgar negro; después entregué un tríptico de Reiki al mismo tiempo que veía como atropellaban a un perro: salió disparado, aullando, de repente se desplomó, y siguió aullando. La madre de mi clienta, un ser luminoso, se acercó, se inclinó y mientras le susurraba y le pasaba la mano sobre el lomo el perro calló (entonces se quedó dormido y sigue ahí dormido aunque la lluvia le mojó su panza inflada). Yo me quedé pasmada, como estatua de sal diluyéndose con la lluvia. Cuando atropellan a un perro huyo, escapo veloz; no me gusta que las imágenes jueguen conmigo, ver de golpe todas las mandíbulas tiesas, las ausencias, los jirones de otros días ni las carnes machacadas, ni los rabos que nunca más irán de aquí para allá. Esta vez no pude huir, estaba con mi clienta (los cánones dictan que uno debe comportarse).
No tengo perro, nunca más querré perros. Pero esos pequeños emisarios insisten en seguirme. (Desde la ventana lo veo. Sigue dormido. Dulces sueños).
Un pollo nunca será igual que un perro...

domingo, julio 06, 2003

Pollos, encore: En nuestros prejuicios se esconde, y regodea, la ignorancia; deben ser siameses o huevo de doble yema (blanquillo, para seguir inmaculados). Aprovecho la petición de rod j. m. para traer a dos emplumados más. Siempre creí que lechuza y búho eran lo mismo, total, tienen plumas, pico y ojos de plato. ¡Herejía! Así me hizo sentir mi hija, como candidata a la leña verde. Ella AMA a los pollos. Correción, no es amor, es obsesión. A san Pollo gracias, así no sigue mis impíos pasos.
Es la lechuza, y no el búho, la que simboliza la sabiduría, legado cultural de los griegos y su mítica Palas Atenea (Minerva, pa los romanos). Una especie de esta ave lleva el nombre de la diosa, lechuza de Atenea, ave que es efigie de las monedas griegas desde la antigüedad. Nótese: las lechuzas, y mochuelos, no tienen cuernitos en la cabeza:

moneda griega

El búho fue uno de los animales descritos en los bestiarios medievales; se le relacionaba con los muertos y el más allá; era emisario de la muerte y perfecta alegoría del pecador. El búho habita en cuevas (bestiario dixit) así como el pecador se encierra en la sombra de sus pecados y se niega a ver la luz divina. El plumaje intrincado y vistoso de dicha ave fue la alegoría perfecta de los pecados de la carne que envolvían (¿cálidamente?) al pecador. Y claro, un buen bestiario siempre era acompañado de hermosas iluminaciones:

Capitular, O (owl) medieval

Búho y lechuza. Lo que a primera vista parece una réplica, resulta el claroscuro entre vicio y virtud. Ni modo, al búho le tocó ser el badguy por un par de cuernos que no son mas que plumas alborotadas. No es gratuito, en el medioevo Lucifer tuvo su boom gráfico. Sea...

viernes, julio 04, 2003

Pollo 5: Tendré que elegir entre injertarme un cu-cú en el cerebelo o comprar un gallo (que no inglés, ja) y amarrarlo a la cabecera para que me despierte. Nos amanecimos varios días, por la susodicha revista, se tronó nuestro quemador, y se tronó el reloj biológico. Mi vicio de vampiro regresó. Tal vez el gallo o el señor cu-cú tengan alguna pócima para dormir “normalmente”. No lo creo. He oído cantar a los gallos al mediodía, puede ser una velada rebelión, llevan siglos como símbolo de amanecer-despertar. ¿Qué reciben a cambio? Recetas de coq-au-vin, lugares privilegiados en las veletas, animalito predilecto de Francia y emerger del pincel de Chagall. ¡eureka! esos pollos en el lienzo sí me gustan...


el canto del gallo, Chagall

jueves, julio 03, 2003

Pollo 4: No hay que ser tan tendencioso; no todos los pollos me desagradan: los pingüinos me gustan (son tersos, refinados y nadan); el cóndor y los buitres son monstruosamente hermosos, y ese algo de cinismo, de poca convención es envidiable; el colibrí es chulo, será porque parece más un insecto, moscardón, que un pajarraco. ¿Cuál otro? ¡Ah! El pollo al curry, ese es muy alegre y festivo, y acompañado de arroz a la naranja puede ser un amigo realmente entrañable. Ni hablar, este sentir antipollejos debe ser resultado de los elementos. Las aves son aire. Prefiero el agua; por algo este lugar es El Aljibe y no El Globo de Cantoya o La Veleta o La Rosa de los Vientos.
Curioso, la simbología de ciertas aves es muy atractiva, pero no hay modo de sentir empatía alguna: ni águilas, golondrinas, pelícanos, gaviotas, cuclillos, sanates, palomas (agh), nada de aves; ni siquiera el más mínimo ácaro podría ser dibujito en mi estandarte. Y de todos los emplumados las gallinas ocupan la cima del topten antipájaros. Esas señitos chismosas, de fútil algarabía, con su andar de barco encallado. Y tan guadalupanas y sumisas... Gallo, gallina, pollito...

miércoles, julio 02, 2003

Pollo 3: Entrar a una pollería es una alegoría a aquél pasaje de Dante, sólo que el letrero de advertencia se traduce en nombres curiosos: El Gallo de Oro, La Lupita, El Alerón, La piel dorada. Por suerte, en el súper entregan pollos amarillísimos debidamente empacados, sellados con vueltas y vueltas de plástico adherente; no soporto el tufo del pollo. No logro entrar a una pollería.
No es casualidad. Qué desparpajo de los pollos, con qué ligereza exhiben sus pieles desnudas y sus cuellos flácidos coronados con una cresta desteñida (nunca he entendido por qué se acuestan así, con la cabeza a modo de péndulo). Y no contentos con su apariencia guardan monstruosos secretos en su interior: higaditos y mollejas (que en ciertos casos corrompen una prístina sopa de fideos). Además se quedan tan quietos y sumisos, ni siquiera el manipuleo y la hábil tijera del pollero los hace reaccionar: crack, un muslito, crack, el alita, crack ¿le quitamos la cabeza? Son perezosos, tibios.
Esos pollos, lacios y encuerados. Aunque tienen algo de lúdico-siniestro; no así su versión emplumada: las gallinas...

martes, julio 01, 2003

Terminamos al amanecer. Ahora sólo queda esperar el regreso de las correcciones de la carnavalesca revista.
Ni hablar, los pollos rigen; curiosamente rax es presa de la misma maldición pollesca. La sincronía existe.
Pollo 2: La casa de la abuela era el nido de la infancia. En todas las paredes del jardín colgaban pequeñas jaulas; cada una albergaba un pájaro diferente, algunas contenían una pareja y por supuesto un nido de plástico que terminaba acunando diminutos huevitos blancos. Limpiar todas esas jaulas robaba un par de horas matutinas (los pájaros deben limpiarse a diario). Cambiábamos el trozo de periódico que cubría el piso, el manojo de vaina y soplábamos sobre el alpiste para eliminar las cascarillas; cambiar el agua era nauseabundo, toda ella infestada de excrementos diminutos, viscosos, y de plumas remojadas. Yo ayudaba a la abuela por mera empatía. Desde que entrábamos al cuarto de los pájaros, donde dormían, un hedor característico llenaba mis pulmones (lo recuerdo con precisión). Los pollos son de una fragilidad pasmosa. Recuerdo el canto de un zenzontle, y de un gorrión que cuidó la abuela: lo encontró bajo la higuera, con un ala rota; tenía el pecho rojo como colorín, al pasar los días de cautiverio el rojo se tornó amarillo oro (ella decía que comían ciertos insectos que provocaban ese tinte).
Todas las mañanas la abuela realizaba el mismo ritual, jaula por jaula. Sólo una vez modificó aquella cotidianidad. La noche anterior una de las ventanas, del cuarto de los pájaros, se había quedado emparejada. La abuela maldecía: todas las jaulas estaban volteadas o ladeadas, había plumas por doquier; plumas y pequeños cuerpos decapitados, algunas cabecitas con picos o simples jirones de carne. Los pocos pájaros que aún quedaban dentro de su jaula yacían muertos (ella decía que fácilmente morían de susto). Recogió cada vestigio animal, los arrojó en una palangana para luego incinerarlos en el boiler (aquellos boilers de combustible). Sólo una palabra se filtró en su silencio: mientras señalaba una huella sanguinolienta dijo “gatos”.

Madrugada. Chipi-chipi afuera. El partner termina el retoque de fotos (nos colgamos, mañana entregamos la otra mitad de la revistucha, planitas a color para la inquisidora revisión). Para seguir con el ojo abierto seguiré hablando de pollos.
Pollo 1: años ha vivía en un departamento con grandes ventanales; igual que ahora, fijaba la mirada en lontananza para reflexionar sobre cualquier instantanea estupidez. Aunque de niños somos más impresionables. Así estaba aquel día cuando de repente un leve “poc” sacudió uno de los vidrios, oteé, siguió un gran POC que sacudió el ventanal completo; apenas logré definir la silueta de un pollo (gorrión pequeño) que se había estampado contra el cristal. Salí al balcón, lo busqué ahí y después asomada (empinada) para ver si había caído a la acera. Nada. Ningún pollo roto. Supuse (breve suspiro) que el dichoso emplumado sólo se había llevado un susto y se habría ido, vuelo tambaleante, a su casa.
Los días pasaron. Otra tarde de ocio. Esta vez tocaba sentarse en el sillón que daba a la jardinera del balcón. Sorpresa. Tremor. Sobre la tierra yacía un curioso esqueleto, con pico integrado, y algunas plumas descoloridas a modo de monumento funerario. Maldito pollo, no había sobrevivido. Aún recuerdo la sensación de zozobra y el comparar aquellos huesos con la silueta de un dinosaurio (sí, los pajarracos son el mínimo vestigio de algo que no volverá).
Uy. Hoy me comí a su primo, pero rostizado. Ni hablar, esta semana los pollos rigen...