Me quedé ahí, en el camellón. La tierra estaba mojada, un revoltijo de hojitas y semillas de pirul. El olor a tierra mojada es devorable, pude quedarme ahí todo el día, aunque los rines cromados y esos estúpidos claxons corretearan por ahí. El lodazal se transforma en mundo fantástico gracias a, supongo, las pastillitas pa la cabeza, pa la espalda, pal estrés.
De hoy al domingo termino todo, a partir del lunes tomaré vacaciones, 15 días, no estoy, no estoy.
Entonces me iré al camellón, seré lombriz, me enterraré y dedicaré los días a construir túneles (una catedral); coleccionaré piedritas, minerales y con suerte trocitos de ámbar; o un trozo grande, amarillísimo, para encerrar la voz de alguien que extraño hasta el absurdo.
jueves, julio 17, 2003
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