jueves, julio 03, 2003

Pollo 4: No hay que ser tan tendencioso; no todos los pollos me desagradan: los pingüinos me gustan (son tersos, refinados y nadan); el cóndor y los buitres son monstruosamente hermosos, y ese algo de cinismo, de poca convención es envidiable; el colibrí es chulo, será porque parece más un insecto, moscardón, que un pajarraco. ¿Cuál otro? ¡Ah! El pollo al curry, ese es muy alegre y festivo, y acompañado de arroz a la naranja puede ser un amigo realmente entrañable. Ni hablar, este sentir antipollejos debe ser resultado de los elementos. Las aves son aire. Prefiero el agua; por algo este lugar es El Aljibe y no El Globo de Cantoya o La Veleta o La Rosa de los Vientos.
Curioso, la simbología de ciertas aves es muy atractiva, pero no hay modo de sentir empatía alguna: ni águilas, golondrinas, pelícanos, gaviotas, cuclillos, sanates, palomas (agh), nada de aves; ni siquiera el más mínimo ácaro podría ser dibujito en mi estandarte. Y de todos los emplumados las gallinas ocupan la cima del topten antipájaros. Esas señitos chismosas, de fútil algarabía, con su andar de barco encallado. Y tan guadalupanas y sumisas... Gallo, gallina, pollito...

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